Todo estaba
bien, perfecto. Parecía un sueño. No quería que lo fuera.
Cuando todo
va tan bien, cuando no quieres que cambie ni el más mínimo detalle, también
sientes miedo. Ese miedo de pérdida, porque sabes que tarde o temprano, lo
bonito va a desaparecer, como por arte de magia, se esfumará. Nada es eterno.
¿Y qué puedes hacer? Supongo que solo aprovechar el momento. No quieres
despertar, ni pensar en el resto del mundo, solo quieres ser egoísta, solo por
un momento… Disfrutar de lo que tienes.
Me coge de
la mano, delante de mí, me guía quien sabe a donde.
Me la
aprieta con fuerza y me susurra ‘ Cuidado’.
Nos adentramos en el mar, por un paseo de rocas que parece llegar al
corazón del océano. Un mundo.
Caminábamos
por esas rocas emergidas del centro del mar como dos niños pequeños explorando
un nuevo lugar, juntos, el chico protegiendo a la chica. Pero Will parecía
saberse muy bien el camino.
Por un
momento me resbaló, mi pie se roza levemente el agua. Sin quererlo, tiro de la
mano de Will que se gira.
-Eh, te he
dicho que cuidado pequeña…
Seguimos
avanzar hasta llegar a una roca poco más grande que las anteriores, donde
cabían apenas tres personas, la última
roca del paseo.
El mar
estaba calmado, apenas había olas. Fue entonces cuando Will se puso de
cuclillas y llevándose los dedos índices de ambas manos a los labios emitió un
silbido especial, largo, dos veces seguidas y pronunció esa curiosa palabra :
Narell
-¿Will?
¿Esto que es? ¿Una especie de ritual?- reí acuclillándome a su lado.
-Shhh- su
mano tapó mi boca.
- Dimelo.
-Shhhhh,
niña caprichosa.
El agua
empezó a formar ondas cada vez menos concéntricas, la calma del océano comenzó
a desaparecer.
Y justo
cuando algo estaba a punto de emerger de entre las aguas, Will se levantó de un
salto a la vez que extendió su mano
izquierda y volvió a pronunciar: Narell.