Mamá estaba
realmente preciosa, no era de llevar faldas, aunque le quedaban genial.
Le
perfeccioné el peinado que yo misma le había hecho, el cabello suelto, un poco
ondulado, natural. Con un pequeño recogido que le favorecía su rostro.
Cat-
Terminé.
Mi madre se
incorporó, se levantó, se tocó un poco el pelo, con un pequeño gesto casi inútil
para perfeccionarse el peinado. Giró sobre sí misma. Se volvió a mirar. De
perfil. Luego otra vez de frente.
En el espejo
se veía el reflejo de una mujer hermosa, que aparentaba menos años de los que
tenía, porque en el fondo tenía un espíritu de niña. La miraba y no podía dejar
de hacerlo, llevaba sin verla tan guapa mucho tiempo.
Su mirada y
la mía se encontraron en el espejo, y me sentí totalmente incómoda, me llevaba
bien con mi madre, pero era algo, no sé, extraño.
Aparté mis
ojos verdes de los profundos castaños de aquella mujer que lucía una falda alta
acompañada de una camisa marrón chocolate que yo misma le había prestado.
Quería
sentirse guapa, y especial para alguien .
Encontré mis
ojos reflejados en el espejo, perdidos sin saber que mirar, hacia donde
dirigirse o dónde posarse, perdida, confusa.
Exactamente
el mismo sentimiento de hacía apenas dos años, un frío que me calaba los huesos
y que me helaba la sangre. La misma noche que mi padre se fue, sin avisar, sin
despedirse.
Maldito
accidente, maldito borracho que se cruzó en el camino, y maldita la justicia
que ni siquiera hizo que se cumpliera una condena por provocar una muerte. Dejé
de sentir frío, en ese instante era más bien, odio, ¿rencor? No servía de nada,
ya que nada volvería a ser como antes.
Abrí el
armario para coger los zapatos y cerré la puerta despacio dejando tras ella mis
sentimientos. Y lo hice por ella, por no arruinar una gran noche a la mujer que
más quería, la que me dio la vida.
Mart- ¿Cómo
me queda el colorete Catri?
Cat- Mmmm,
bueno te hace parecer más joven.
Mart- ¿Eso
es todo?- dijo preocupada y a la vez concentrándose en mirar su silueta y
buscarse algún que otro defecto más.
Cat- Mamá,
estás estupenda. Pero con esto estarás mejor- Saqué mis manos, que antes
estaban escondidas en mi espalda y en cada una de ellas dejé ver un bonito
zapato, de tacón alto y a juego con el
bolso.
Una sonrisa
iluminó el rostro de mamá, se sentía feliz, sé que se sentía bien, y que sentía
que yo la apoyaba, y así era.
Se calzó delicadamente, sin la ayuda de las
manos, sus pies resbalaban elegantemente por el tacón. Se levantó, sus piernas
se estilizaron, estiró la espalda y se giró hacia mi para darme la mano. Juntas
salimos por la puerta del hotel, rectas, con la mirada al frente, sin perder la
sonrisa y la complicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario